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NDCs, la última oportunidad de reorientar la economía ordenadamente

Marcos Nordgrem, Plataforma Boliviana frente al Cambio Climático

Con vista en los acontecimientos causados por extremos climáticos al rededor del mundo en últimos años, resulta ya imposible negar la aceleración de un escenario de crisis en curso, incluso más allá de lo que la ciencia y el propio Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) ha sido capaz de describir en sus informes más recientes.

En este contexto de emergencia, realmente mayor a lo que se reconoce abiertamente, los Compromisos Nacionalmente Determinados, NDC, juegan un papel central, ya que reflejan la capacidad de cada nación firmante del Acuerdo de París para comprender su papel en la solución de esta crisis civilizatoria y hacer los aportes necesarios para evitar los peores escenarios cercanos a los 6 grados de aumento en las temperaturas globales. Con 1,2 °C de calentamiento y desastres actuales, ya no podemos esperar la descarbonización del mundo desarrollado.

Las actualizaciones de las CND por tanto, no debieran ser otra cosa que planes de reorientación nacionales que recojan un genuino sentido de urgencia, para ampliar considerablemente las posibilidades nacionales de contribuir a los esfuerzos para resolver el desafío climático global, y simultáneamente prepararnos a los efectos de sequias, inundaciones, olas de calor y otros que a esta altura ya son inevitables. 

Desde la posición boliviana como una de las naciones amazónicas, es importante reconocer que tenemos un camino por desandar respecto de modelos de desarrollo inadecuados. Sin embargo, también es vital observar qué dada la escala de la transformación, estos desafíos no podrán ser enfrentados sin suficiente apoyo internacional; de otra manera, seremos testigos de un paulatino empeoramiento de las condiciones nacionales, incluido el incremento de emisiones, impulsado por la migración humana hacia los bosques, como ocurre actualmente. 

Los mercados de carbono, impulsado como un esquema de cooperación conjunta, sin embargo, no representan una opción para viabilizar ambiciosas políticas en Bolivia debido a que éstos crean incentivos de lucro de un diverso grupo de actores, quienes deberán ser exhaustivamente monitoreados para garantizar la efectividad de volúmenes  de mitigación reportados, evitar la doble contabilidad,  prevenir la violación de los derechos colectivos de pueblos indígenas y evitar la apropiación de potenciales de sus territorios para el beneficio de pocos. 

Todo este esfuerzo de regulación y control dedicado a asegurar que las fallas de los mercados de carbono no terminen por convertirlos en un mecanismo de autosabotaje y engaño parecen tener un costo insostenible, pero además contradicen las motivaciones principales: un sentido de emergencia global.

Afortunadamente el propio texto del acuerdo de Paris abre la puerta a mecanismos alternativos al criticado Mercado de Carbono y deja en manos de una estrategia suficientemente creativa, la posibilidad de concretar alternativas viables. Si bien en este punto de negociación la posición boliviana parece solitaria, si es lograda podría convertirse en una opción que permita a muchos otros países alternativas al mercado de carbono, e incluso funcionar de resguardo ante previsibles fallas de este esquema. 

Desde la perspectiva gubernamental boliviana esta alternativa a mecanismos de mercado será sin dudas uno de los principales desafíos para esta COP26, y desde la sociedad civil boliviana, su implementación sería útil nacionalmente para exigir políticas climáticas mucho más ambiciosas de los gobiernos de turno.

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